¿Quién cuida al que cuida? La salud mental del portero

Portero en el suelo de rodillas.

En el mundo del fútbol, se habla constantemente del rendimiento físico, de la táctica o de la técnica, pero rara vez se aborda con la seriedad que merece un aspecto fundamental: la salud mental del portero.

Detrás de cada intervención, cada parada o cada error, hay un universo de emociones: miedos, presión, culpa, ansiedad… La posición del portero es única dentro del campo, y con ella viene una carga psicológica que no siempre se ve, pero que pesa. Y mucho.

La necesidad urgente de apoyo psicológico en los clubes

Lo ideal sería contar siempre con un psicólogo deportivo dentro de la estructura del club. Un profesional que acompañe a los jugadores en su desarrollo mental y emocional. Pero sabemos que en la gran mayoría de equipos —especialmente en categorías formativas y amateur— esa figura simplemente no existe.

Ante esa carencia, somos los entrenadores de porteros quienes debemos desarrollar ciertas habilidades psicológicas básicas, no para reemplazar al profesional (porque no podemos ni debemos), pero sí para acompañar, contener y detectar señales de alerta en nuestros porteros.

Cuando el balón no es lo más importante

Como entrenadores, muchas veces debemos entender que el tiempo de entrenamiento con balón puede pasar a un segundo plano. Si un portero no está bien mentalmente, difícilmente podrá rendir a su máximo nivel, por muy buena técnica o condición física que tenga.

Por eso, dedicar unos minutos de la sesión a hablar con los porteros, ya sea de manera grupal o individual, puede ser más valioso que una tanda de tiros. La conversación, la escucha activa y el acompañamiento emocional son herramientas clave que, aunque no sustituyen al psicólogo, marcan una gran diferencia.

La mente, origen de muchos errores e indecisiones

La gran mayoría de los miedos, indecisiones, bloqueos o sensaciones de culpa surgen en el cerebro. Por eso, como entrenadores, debemos estar atentos y comprometidos con ese aspecto. No se trata de dar soluciones mágicas, sino de crear espacios donde el portero pueda expresar lo que siente y acompañarlo en el proceso de entenderlo y gestionarlo.

A veces, una simple pregunta puede hacer que el portero identifique su propio problema. Y si logra llegar a una solución por sí mismo, con nuestro apoyo, ese aprendizaje es mucho más valioso que una corrección externa.

Por poner un ejemplo (hecho real)

Una falta lateral lejana, con el equipo defendiendo en el borde del área y el portero algo adelantado, buscando intervenir con una salida aérea lejos de su portería. La jugada termina en gol ante un disparo directo e imprevisible.

A partir de ahí, aparece un factor que no siempre se entrena: la presión emocional que provoca la incomprensión de compañeros, público y entorno. En categorías amateur, esto se amplifica, porque el error no se queda en el campo: se comenta en la grada, en la calle, en redes sociales… y eso puede generar un sentimiento de culpa y presión difícil de gestionar.

¿Cómo se abordó esta situación? Hablando con el portero al finalizar el partido, pero sin prestarle atención directa al error, ya que él era plenamente consciente de lo ocurrido. En ese momento, lo más sensato fue no cargar más la situación emocional, y emplazarlo a hablar con calma en el siguiente entrenamiento.

Sin embargo, al día siguiente, el portero me llamó por teléfono. El entorno del club y la insistencia de los comentarios habían intensificado su sentimiento de culpa, y necesitaba desahogarse.

No voy a transcribir la conversación, pero bastó con escucharle y entender el porqué de su decisión —siempre que ese razonamiento sea coherente, como en este caso lo era— para aliviar parte de esa carga emocional. Y si, además, se acompaña con alguna palabra de apoyo o tranquilidad, del estilo:

“No dejes que esa jugada empañe el resto del partido que hiciste ni lo que estás haciendo, porque estoy contento contigo”,

Entonces el impacto positivo es aún mayor. Se reduce la presión, se aligera la culpa y se refuerza la confianza. Porque a veces, eso es exactamente lo que el portero necesita: comprensión, respaldo y una voz que le recuerde que un error no define todo su rendimiento.

Estar en los malos momentos

El portero debe vernos como un apoyo emocional constante, no solo cuando todo va bien, sino, sobre todo, cuando vienen los errores, las dudas y los días difíciles. Ahí es donde se fortalece el vínculo de confianza.

Y es que, muchas veces, no hace falta tener una solución técnica o táctica. Basta con escuchar, comprender, no juzgar, y dar una muestra de apoyo real. Esa actitud del entrenador puede marcar la diferencia entre un portero que se hunde emocionalmente o uno que supera el bache y sigue creciendo.

No somos psicólogos, pero sí referentes emocionales

Es importante repetirlo: no somos psicólogos, y nunca debemos pretender serlo. Pero sí podemos y debemos ser entrenadores emocionalmente conscientes. La empatía, la comprensión y el respeto por el estado mental del portero son tan importantes como enseñarle a blocar un balón.

No se trata de tener todas las respuestas, sino de estar disponibles, escuchar activamente y actuar con sensibilidad. Porque muchas veces, un pequeño gesto tiene un gran impacto: una frase de apoyo, una charla después del entrenamiento, o simplemente estar ahí.

Conclusión: cuidar la mente es cuidar el rendimiento

La salud mental del portero no es un aspecto secundario, es una parte esencial de su rendimiento y desarrollo. Como entrenadores de porteros, estamos en una posición privilegiada para influir positivamente en su bienestar emocional, aunque no seamos profesionales de la psicología.

Por eso, debemos comprometernos a formarnos, a observar, a escuchar y a brindar apoyo cuando más se necesita. Porque cuidar al que cuida —en este caso, al portero— es una responsabilidad que no podemos ignorar.

Y tú, entrenador o entrenadora, la próxima vez que un portero falle o se bloquee, recuerda que a veces lo más valioso que puedes ofrecerle no es una corrección técnica, sino tu presencia, comprensión y apoyo humano.

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