📅 Publicado el: octubre 9, 2025
🔄 Última actualización: octubre 9, 2025
¿Cómo debe comportarse un entrenador de porteros durante el entrenamiento?
El rol del entrenador de porteros va mucho más allá de lanzar balones o corregir errores técnicos. Su comportamiento y forma de comunicarse influyen directamente en el desarrollo del portero, tanto a nivel físico como emocional. Sin embargo, aún existe la creencia —sobre todo entre algunos padres o aficionados— de que un entrenador que grita o levanta la voz transmite más intensidad. Nada más lejos de la realidad.

Gritar no mejora el rendimiento del portero
Uno de los mitos más comunes en el fútbol base es pensar que cuanto más grita un entrenador, más profesional o efectivo es. Este enfoque, lejos de motivar, puede generar bloqueo, frustración o miedo al error.
La intensidad de un entrenamiento no depende del tono de voz, sino de la calidad de los ejercicios, la atención a los detalles y la capacidad del entrenador de porteros para adaptarse a cada jugador. El error debe entenderse como parte natural del aprendizaje, no como una excusa para imponer autoridad.
Puedes profundizar en esta idea en el artículo El error fundamental en el aprendizaje.
Calma, comprensión y adaptación: claves del entrenador de porteros
Un buen entrenador de porteros debe ser calmado, empático y flexible. Cada portero es diferente: tiene su ritmo, su estilo de aprendizaje y su forma de reaccionar ante los fallos. El entrenador debe observar, escuchar y ajustar su mensaje para que cada portero se sienta comprendido y acompañado.
Controlar las emociones, mantener un tono respetuoso y crear un ambiente de seguridad emocional favorece que el portero asimile mejor las correcciones y entrene con mayor confianza.
Además, cuidar el bienestar emocional es esencial. Te recomiendo leer ¿Quién cuida al que cuida? La salud mental del portero.
Corregir con empatía y participación
La corrección es una parte esencial del entrenamiento de porteros, pero debe hacerse con sensibilidad y enfoque didáctico. No basta con decir lo que está mal; hay que explicar cómo mejorarlo y por qué.
Es importante reconocer los pequeños avances, por mínimos que parezcan. Reforzar lo positivo antes de señalar los errores genera un clima de respeto y apertura. El portero se siente valorado, lo que mejora su disposición a seguir aprendiendo.
Además, involucrar al propio portero en la reflexión sobre su error —por ejemplo, preguntándole “¿Qué crees que podrías haber hecho diferente?”— es muy beneficioso. Incluso se puede abrir la participación al grupo, sin ánimo de señalar, sino de fomentar un aprendizaje compartido. Al final, todos cometen errores, y compartir experiencias enriquece al grupo.
En este sentido, puede ser útil leer Cómo convencer a un portero de que el error es el primer paso hacia el éxito.
Usar ejemplos cotidianos para mejorar la comprensión
A veces, los conceptos técnicos son difíciles de interiorizar si no se explican con claridad. En estos casos, los ejemplos de la vida cotidiana pueden marcar la diferencia. Comparar la forma de posicionar las manos a la hora de blocar un balón con sujetar unos prismáticos, o hablar de equilibrio como si se caminara por una cuerda, son imágenes simples que ayudan a que el portero entienda mejor lo que se le pide.
Cuanto más claro y cercano sea el mensaje, más fácil será que el portero lo recuerde y lo aplique.
Fomentar la comunicación abierta
Desde el primer día, el entrenador debe dejar claro que los porteros pueden —y deben— preguntar siempre que tengan dudas, ya sea en el entrenamiento o durante el partido. No todos aprenden al mismo ritmo, y repetir una explicación no es un problema: es parte del proceso.
Escuchar, resolver dudas sin impaciencia y explicar las veces que haga falta refuerza la confianza del portero y su capacidad de tomar decisiones por sí mismo.
El entrenador también forma personas
Especialmente en el fútbol base, el entrenador de porteros no solo forma deportistas, sino también personas. El portero es una figura expuesta, y necesita aprender a gestionar la presión, los errores y los momentos difíciles.
Por eso, el entrenador debe ayudar también en lo emocional: enseñar a no hundirse tras un fallo, a mantenerse concentrado y a afrontar los desafíos con mentalidad positiva. Esto se logra con apoyo constante, no con gritos.
También es clave evitar errores comunes en la formación, como los que se analizan en Errores tácticos frecuentes en porteros jóvenes.
Cuando un portero se siente seguro, confiado y respaldado, mejora no solo su rendimiento, sino también su actitud en el campo.
Conclusión: enseñar mejor, no gritar más
El entrenador de porteros debe actuar como un guía, no como un juez. Su misión es construir, no imponer. Reconocer avances, corregir con empatía, implicar al portero en su propio aprendizaje y fomentar un entorno participativo son claves para un entrenamiento eficaz.
Formar porteros capaces de decidir, arriesgar y crecer pasa por crear un entorno donde el error no sea castigado, sino comprendido. Un lugar donde todos aprendan, compartan y evolucionen.
En definitiva, no se trata de quién grita más fuerte, sino de quién sabe enseñar mejor.
